Vivimos rodeados de un mundo que constantemente nos empuja hacia afuera: al trabajo, a las expectativas de los demás, a las exigencias externas. Como decía María Zambrano, nunca nos enseñaron a habitar nuestro interior, sino a vivir volcados en lo exterior. Por eso carecemos de la práctica —y del hábito— de estar realmente con nosotros mismos.
Hoy, paradójicamente, estamos más conectados que nunca a través de la tecnología, y sin embargo, más desconectados de lo esencial: de nuestro propio ser. Cuando el foco permanece siempre afuera, la vida se nos escapa deprisa; apenas somos conscientes de lo vivido porque nuestra atención está atrapada en el ruido y en las demandas del mundo externo.
Pero todo cambia cuando logramos volver al centro. Es ahí, en nuestro interior, donde aflora lo mejor de nosotros: la creatividad, la humanidad, el amor, la serenidad, etc. Y es precisamente en los momentos de dificultad cuando más necesitamos recordar dónde está nuestro foco, porque es desde dentro donde encontramos fuerza y claridad.
La pregunta entonces es: ¿desde dónde enfrento mis conflictos? ¿Desde la reacción inmediata, nacida de lo externo y de la prisa, o desde la acción consciente que surge del interior, sostenida por la calma y la reflexión? Detenerse, volver al centro y estar presentes es el primer paso para descubrir lo que de verdad queremos y lo que da sentido
a nuestra vida.
Te invito a hacer una pausa y reflexionar, para que poco a poco puedas reencontrarte con tu autenticidad.



